
No queremos ser los últimos en llegar a esta ronda que paga el buen amigo y asociado Chela.
En este blog ya se debatió esta cuestión hace unos meses y la verdad es que el post dió mucho de si, alargándolo en alguna conversación en el chigre, que es de lo que se trata.
Como en la primera intervención que hice en su día, sigo pensando más o menos lo mismo. Primero la cerveza, pero sin lo segundo, lo primero no sería lo mismo.
Alguno me llamará vago pero pienso que lo más lógico es traer de nuevo el comentario que dejé en su día y que en mi opinión sigue vigente.
Primero es la cerveza y luego la cervecería, pero con muchos matices.
Quién de nosotros ha descubierto la cerveza y el mundo que lo rodea en su casa???. Me imagino que nadie o casi nadie, ya que el lugar lógico de divulgación del esta bebida no es otro que las cervecerías, y por varios motivos.
Todos tenemos algún amigo que nos hace un buen día probar la cerveza. Normalmente un sábado por la tarde, en el Rosal, en pandilla, y cuando tenemos más o menos quince años.
Una vez hechos al sabor típico de los cachis de cerveza barateja, de repente unos años más tarde y por casualidad nos cae en las manos algo mas sofisticado (en mi caso una Grimbergen), también en un bar.
Y así sucesivamente con mas y mas cervezas. Ese ha sido mi caso y me imagino que el de la mayoría.
En alguna ocasión y en supermercados encuentras algo nuevo y te lo llevas a casa, pero es lógico que las cervecerías especializadas tengan más acceso a cervezas diferentes y mas extrañas, que no se encuentran en supermercados (aunque cierto es que las superficies comerciales han mejorado mucho en este sentido).
Hasta aquí el tema de la adquisición y el probar cosas nuevas... pero... ¿Y la parte social que conlleva el mundillo este que tanto nos gusta???
Ningún sitio mejor que tus lugar cerveceros favoritos, rodeado de tus amigos, con una pinta de Bass en la mano, comentando el partido, la moza que acaba de pasar, la cerveza que vas a pedir a continuación, y un sin fin más de comentarios, unos triviales y otros fundamentales, pero que hacen de cada momento especial.
Recordemos: Sin cervezas, no habría cervecerías.
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continuación de la ronda por Cotoya.
Con el permiso de Mr. Feroz, voy a añadir aquí mi aportación a la ronda, que tenía escrita y creo que redunda lo ya expuesto por otros.
A la
última pregunta que nos planteaba Chela solo puedo elegir la cerveza frente a la cervecería, es fácil aceptar una cerveza sin cervecería, pero la cervecería sin cerveza no tiene ningún sentido. Aún así, para mí desde siempre el consumo de cerveza (y de alcohol en general) ha sido fundamentalmente una actividad social, beber una botella de sidra en solitario puede ser lo más extraño para un asturiano, pocos admitirán que lo hacen solos en su casa, ya que es una bebida para compartir, donde el grupo comparte incluso el vaso y hasta hace poco era imposible consumir menos de una botella de ¾. El que se emborracha en grupo
está borracho, mientras el que lo hace en solitario
es un borracho. Esas costumbres de la sidra creo que las hemos heredado en cierta manera los cerveceros y también se ven reforzadas por la iniciación gregaria al el alcohol en la adolescencia.
Cuando empezamos a individualizarnos un poco del grupo, a creer que tenemos gustos propios y exclusivos, es cuando entran en juego las cervezas “de calidad” (con el tiempo nos daremos cuenta de que lo único que diferencia a la mayor parte de ellas de lo vulgar es el precio), y a la cervecería especializada acompaña la compra de cervezas caras en el supermercado para tomar en casa. Yo también lo he hecho y lo hago, pero no es lo mismo, puedo apreciar más tranquilamente los matices de la cerveza, pero no me llena de la misma manera, y en esos casos se acaba convirtiendo en un complemento a una comida, una película o un rato de ordenador, no me ocurre como en el bar (no tiene que ser necesariamente una cervecería) donde puede llegar a ser el centro fundamental de mi atención y a disfrutarla plenamente.

Un caso especial son los viajes, donde se saborea más intensamente todo. El recuerdo, siempre sesgado, hace que las cervezas sepan mucho mejor en la memoria, y tenga perfectamente grabadas las rauchbier de Banberg, alguna bitter de Londres o incluso Tropical en Gran Canaria. En todos los casos no se puede separar la cerveza del ambiente, no solo del local donde las sirvieron, sino también el clima, el estado de ánimo, la compañía o el punto por el que discurría la embriaguez. Viajando todo sabe mejor, o al menos así lo recuerdo, aunque puede que sea una simple fuga de la rutina, de las cervezas de siempre y de los bares de siempre. Pero este ya sería tema para otra ronda...
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