Hace tiempo que vengo observando la aparición de dos términos nuevos que se asocian al vino: Buena vida y pasión. En las culturas anglosajona y estadounidense se usan para apelar a lo que ellos han dado en llamar democratización del vino. En países culturalmente de vino, la asociación de este con el refinamiento y la alta sociedad siempre coexistió con un uso del vino más, llamémosle, cercano y pasional, siendo bebida del pueblo y de la clase pudiente por igual, sin que por ello hubiera ningún tipo de ruptura: “El amo y el villano son lo mismo con un vaso en la mano” dice el refranero popular.
Es por ello que a la hora de acercarnos a la cerveza, las culturas del vino parece que no tenemos problemas ni complejos, cosa que en las culturas de la cerveza aparecen a menudo cuando se acercan al vino. Generalizando, en estas últimas se cree, equivocadamente, que su bebida es inferior y no va a salir bien parada de una posible-e irreal desde mi parecer, comparación. De este complejo de inferioridad respecto al vino es de donde surgen los snobismos que acaban presentando la cuestión como una batalla maniquea entre una y otra bebida.
Foros, artículos en Internet, prensa e incluso radio y televisión avivan un debate que ya ha llegado a nuestras fronteras y que desde mi punto de vista no tiene ningún tipo de sentido. Se habla del poder socializador de una y de otra bebida, del carácter accesible que poseen, se ensalzan estílos y añadas pero sin duda, es el punto que hace referencia a los maridajes con comida aquel en el que el desencuentro entre “expertos” se hace más evidente. Unos argumentan que el vino es superior a la cerveza porque su expresión en la mesa es mucho más amplia. Otros que es la cerveza y su versatilidad de estilos la que puede combinar con más cosas. Aquellos defiende que el vino no solo complementa si no que mejora la comida, mientras que la cerveza es una ayuda para pasarla, para “aclarar el gaznate entre bocado y bocado”. Estos apuntan que en la mesa, allí donde el vino choca estrepitosamente; huevos con yema líquida, quesos, postres de chocolate, la cerveza sale airosa y vencedora….Y así podríamos estar Ad Infinitum, sin llegar a un acercamiento de caracteres.

Yo creo profundamente en la democracia implícita a estas dos bebidas, admitiendo sin complejos ni rubor que la pasión y la buena vida deben asociarse a ambas bebidas y que un buen vino, al igual que una buena cerveza, es una maravilla en cualquier ámbito de disfrute
¿Vosotros qué opináis?: ¿Creéis que la cerveza es más democrática que el vino? ¿Veis el vino como un acompañante que enriquece las comidas y a la cerveza como un refresco?
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